viernes, 4 de enero de 2008

Ofendiendo a Mahoma*



Escándalo estos días en el mundo musulmán por unas caricaturas de Mahoma aparecidas en un diario danés. La cosa es que las caricaturas se publicaron hace unos 4 meses; se han debido dar cuenta ahora, o a menos que esto esté sirviendo como excusa para movilizar a su gente, que se hayan guardado la excusa para ahora. No sé. Se han visto banderas danesas quemadas (¿dónde se consigue una bandera danesa?) en la calle por iraníes, palestinos, afganos enfurecidos. Han entrado en el consulado danés (creo que) de Teherán y lo han prendido fuego. Los musulmanes no permiten representación alguna de Mahoma, es una auténtica herejía. Algo así como para los católicos anteriores al Papa León III venerar a los santos y encomendarse a ellos en lugar de a Jesús o directamente a dios. En los países musulmanes se han tomado muy mal ver a Mahoma, por ejemplo, llevando un turbante con forma de bomba, con su mecha y todo. Se han puesto como locos. Se habla de muchos heridos, de algún muerto, en las manifestaciones. No sé qué pretendía el diario danés ridiculizando a una religión que no es la suya. Quizá nada, las cosas no parecen, últimamente, hacerse por algún motivo, sino porque no se encuentran motivos para no hacerlas. El motivo ya se encontrará después, es lo de menos.
Coincide la noticia, prácticamente, con que ahora Estados Unidos dice a Irán que eso de la energía nuclear está muy pero que muy mal, que no van a permitir que desarrollen ningún plan nuclear en ese país. Que es muy peligroso y que sospechan que en verdad lo que quieren es fabricar bombas atómicas. El presidente de Irán no es precisamente un tipo callado ni tímido ni miedoso, así que esto va para largo y se puede poner feo.

También hay disturbios en Indonesia, Egipto, Pakistán... Los talibanes, en Afganistán, han llamado a la Guerra Santa contra los daneses (obviamente los daneses que se encuentren en su territorio, que ya deben haber puesto los pies el polvorosa). Fuertes críticas contra otros países porque, al dar la noticia, muchos diarios (France Soir en Francia ha sido el primero) han vuelto a publicar las caricaturas, que ya han dado la vuelta al mundo. Se enciende un debate en cada país acerca de la improcedencia de publicarlas, sabiendo que atenta contra los islamistas. El presidente de Irán (creo que terminaré por memorizar su nombre) ha dicho, no sin razón, que no pueden escudarse en la libertad de prensa, porque de existir, también publicarían una y otra vez todas las barbaridades que hace Israel con el pueblo palestino, por ejemplo. Y en relación con el problema nuclear, también ha soltado que “doy gracias a Dios por tener unos enemigos tan idiotas”. No sé, yo desconfío más de los idiotas. Y es que desde Estados Unidos se ha dicho que si no prosperan las negociaciones diplomáticas, no descartan el uso de la fuerza contra Irán. Y es que ahora ni Afganistán ni Irak son el mayor nido de terroristas; ahora resulta que es Irán. Irán se ha negado a permitir que entren científicos a su país para controlar qué están haciendo en materia nuclear. A nadie se le ocurre proponer un envío de investigadores a Estados Unidos o a Israel con ese mismo objetivo.
La imagen que dan los musulmanes es de locos peligrosos. Pero no cualquiera puede decirlo: baste recordar los cines incendiados en varios países cuando se estrenó La última tentación de Cristo, o por qué Saramago vive en Lanzarote y no en Lisboa, o la exposición de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, aquí en Buenos Aires, el año pasado. Hay algunos que tiene que callarse.
Hay una diferencia, además, y es que en estos tres casos se trataba de artistas educados y crecidos en países de cultura católica, que mostraban otra visión, otra versión de los dogmas, o que no criticaban tanto la religión en sí como la herencia dejada por ésta en su sociedad: se trata, en definitiva, de una crítica; y todo es susceptible de ser criticado. Las caricaturas de Mahoma, sin embargo, no tienen componente alguno de reflexión, y han sido realizadas desde fuera, con la soberbia de quien se permite reírse de lo ajeno y desconocido. La contundencia y los excesos en las reacciones son característicos de sociedades en las que se da enorme importancia a los valores comunes, a la cultura de la comunidad. Es síntoma de una falta de libertad que no ha permitido al súbdito otorgarse los derechos de ciudadano con pleno poder de decisión sobre su vida y sus creencias.
Esto conlleva, por un lado, la dependencia absoluta de los valores del grupo, la prioridad a la hora de defender el orgullo y el honor tribales, que trascienden a uno mismo y confluyen en la conciencia y la identidad comunes. Y el honor se limpia con venganza.
Por otro, al no haber libertad, al hallar la explicación de uno mismo gracias a la pertenencia al grupo y a lo divino, no hay ni asomo de un individualismo que, con la excusa de que cada uno puede hacer y decir lo que le venga en gana, termine en la indiferencia más escandalosa. Si no se escandaliza nadie porque los gobiernos que hemos elegido invadan otros países y asesinen a miles de civiles en nombre de nuestra seguridad, si nadie se preocupa activamente por la pobreza que se ve en cuanto salimos del portal, mucho menos se podrá entender que unos señores que visten túnicas se ofendan porque han caricaturizado a su profeta. El choque de civilizaciones se ve aquí muy claramente: en un rincón del ring, aquellos que no han pasado por el estado moderno de la civilización occidental, donde prima la libertad por encima de todo, con lo que tiene de desarrollo del individuo y a la vez de sociedad fragmentada, sin ideologías y sin preocupación por el prójimo; en el rincón opuesto, aquellos que conservan una unidad social muy fuerte y la defensa de lo común, para lo cual se requiere la intransigencia total ante todo aquello que pueda filtrarse desde fuera de las murallas o poner en duda sus valores. No olvidemos que todo grupo sólido se basa en un acatamiento severo de normas ni que, desde el momento en que las normas se ven desobedecidas, se descompone para dar prioridad al individuo frente al grupo. Así, tanto si el ataque viene del exterior como si se produce en su seno, la respuesta tiene lugar en nombre de la comunidad, y la parte herida no puede ser sino algo abstracto como el honor o el orgullo. Algo así como la genitalidad social. O sea, para que se entienda, que a los musulmanes les han tocado los cojones.
Una sociedad individualista desconoce esto por completo, puesto que nadie se identifica más que con uno mismo. Basta pensar en las dictaduras y en cómo, a medida que van recortando libertades, florecen los discursos patrióticos y nacionalistas, esto es, el conjunto (casi siempre artificial) por encima del individuo, cosa que también se da a la inversa: se empieza por aludir al orgullo patrio y se acaban cerrando diarios y llenándose las cárceles. O en la otra cara, se te está muriendo un desconocido en el portal pero prima su condición de desconocido sobre la de moribundo. Mientras, no entendemos que algunos se sientan ofendidos, que viene a ser una doble ofensa. Y no es el mejor momento para pegar patadas donde más duele con la excusa de que yo con mi bota hago lo que quiero. Porque criticar sí, lo exige el deber de reflexión; pero tocar los huevos no hace falta.


PD: Los musulmanes -o, para ser más exactos, alguien que se tiene por portavoz de los musulmanes- han dicho ahora que ellos también hacen humor gráfico, por ejemplo, con personajes como Sharon y Bush, pero que no se han metido nunca con sus dioses. Siguen los incidentes.


*Notas de un cuaderno de 2006 encontrado gracias a una mudanza.

No hay comentarios: