jueves, 10 de enero de 2008

Puta Guardia Civil



Al hojear las revistas de jurisprudencia uno se encuentra con sentencias que trascienden lo meramente jurídico y serían para morirse de risa si no fuese por lo que conlleva de retrógrado, de reaccionario. Porque da un poquito de vergüenza ajena.
Es el caso de una sentencia de hace unos años que confirmaba que una Guardia Civil debía ser separada del servicio por ejercer la prostitución, esto es, por “observar conductas gravemente contrarias a la dignidad de la Institución, que no constituyan delito”, según el arcaico Reglamento Disciplinario de la Guardia Civil.
El extenso contenido de la sentencia, en muchos puntos intachable desde un punto de vista jurídico, resuelve con un rápido quiebro lo que debe entenderse por “indigno”.
No hay nada que objetar a que, como se fundamenta en la sentencia, la exigencia de dignidad se convierta en deber jurídico cuando viene impuesta por una norma de preceptivo cumplimiento, si bien resulta patético que en el ordenamiento jurídico de nuestras Fuerzas Armadas, - en concreto el Reglamento para el Servicio del Cuerpo de la Guardia Civil, de 1943, que ya son años- todavía se encuentren disposiciones del tipo “asegurar la moralidad de sus [de la Guardia Civil] individuos es la base fundamental de la existencia de la Institución”, o “el guardia civil... por sus buenos modales y reconocida honradez ha de ser siempre un dechado de moralidad”, etc...
No es menos patético que el ponente Sr. Bermúdez de la Fuente se remita a las normas de moralidad que rigen la vida en sociedad, a los criterios morales y de buenas costumbres que la sociedad civil se da a sí misma, para definir lo que es o deja de ser indigno, como si la moral la hiciésemos entre todos, como si todo lo que no sea considerado moral o de buenas costumbres por la mayoría fuese por ello indigno.
Tendríamos que comenzar entonces por limpiar las Fuerzas Armadas de indignos, empezando por los legionarios y guardias civiles que se van de putas, porque tan indigno debería ser el que necesite pagar por echar un triste polvo en un antro de Melilla (si es puta de lujo, bueno). Seguiríamos por arrancar el tricornio a los guardias civiles que se tiran un eructo con el cafelito de por la mañana, aunque sea en su casa y en pijama, a todas luces contrario a las buenas costumbres, por desterrar a patadas al Presidente del Gobierno que comete adulterio (me dicen que esto ya lo quisieron inventar los americanos), y terminaríamos por elevar el coeficiente intelectual de los soldados para que el Ejército Español no se vea en la indignidad de tener que aceptar reclutas que por marcar una X en la casilla que habían decidido marcar si la moneda salía cruz se han librado de ser incluidos en el epígrafe de “imbécil integral”.
Se destaca en diversas ocasiones que ejercía la prostitución en un establecimiento público. Queda la duda de si ella cobraba o no, ya que cabría la posibilidad del morbo que pudiera suscitar a la señora en cuestión montárselo con el primero que pille por la calle, y la mejor forma sería entonces la de irse a una casa de citas en busca de desesperados. Lo mismo hasta era ella la que se empeñaba en pagar al putañero. Sin embargo no debe ser eso, porque en la Unidad corría el rumor de que andaba muy bien económicamente: puta y de las caras.
Lo más fuerte es quizá que el derecho a la intimidad, valor fundamental de la dignidad, no tenía cabida, en opinión del Sr. Magistrado, precisamente porque la recurrente ejercía la prostitución en un local abierto al público (cabe pensar entonces que puesto que no tiene derecho a la intimidad, incluso su casa sería un lugar público).
A ver si me entero: si no hay intimidad, no hay dignidad, y como se trataba de un local público, no había intimidad, luego tampoco hay dignidad (o algo así).
Conclusión: las putas no tienen derecho a la intimidad. Bien. Las putas no tienen derecho a la intimidad y son indignas. Mejor. Las putas son indignas, no tienen derecho a la intimidad, y por tanto uno se las puede tirar cuando quiera y donde quiera (y por donde quiera), llamando a sus casas cuando a uno se le antoje, da igual que estén con su abuela viendo la tele, deben llevar un cartel que diga “Soy Puta” (o mejor “Soy Puta e Indigna”). Así estaría mejor. Si uno se tira a una puta mientras le està dando la teta a su hijo, además de llamar a éste hijoputa merecidamente, se puede ir sin pagar porque como mucho estaríamos ante un contrato incumplido y nada màs; pero como no sabemos si los contratos con putas tienen algún valor, pues nada.
Se me olvidaba decir que la Guardia Civil fue creada bajo el reinado de Isabel II, un verdadero putón. ¿Tendrá alguna vigencia este Cuerpo después de todo lo dicho?

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